La inoperancia de Las Cortes

El tiempo va pasando y sobre la mesa del Gobierno sigue estando sin resolución el problema estatutario. Los vascos continúan trabajando en la elaboración de su nuevo estatuto y los catalanes envían a las Cortes para su aprobación el texto de Nuria que apenas cuenta con dieciocho artículos,

Serra, Moret, Macià y Companys en las reuniones para abrobar el borrador estatutario

En Mayo de 1932 se inicia el periodo de debates parlamentarios. La constitución aprobada recientemente reconoce a España como un Estado integral adoptado por los constituyentes como un camino entre el federalismo y el nacionalismo. La República no puede ser federal, porque con ese término, se aceptaría que España es una suma de partes dispersas, y la realidad impide negar el derecho de autonomía a diferentes regiones.

Azaña parte de la base negociadora con la convicción de que si los catalanes no son extremadamente separatistas, es porque la realidad social y política a las que les llevaría un proceso de separación e independencia no les acaba de convenir. Suponiendo así las cosas, y evitando romper la unidad por la fuerza, el mejor camino es buscar una postura en la que amabas maneras de entender el Estado puedan convivir.

La derecha, totalmente contraria a otorgar más independencia a Catalunya, presenta más de 200 enmiendas al proyecto. Esquerra se siente traicionada. La situación de Azaña es comprometedora. Y por si fuese poco, la opinión pública considera creciente la amenaza  de que la unidad de España corre serio peligro. Las Cortes sufren un colapso que les impide sacar adelante el Estatuto Catalán. Esta situación se acrecienta ante la falta de claridad para imponer la reforma agraria.

Diversos medios de comunicación iniciaron una campaña de desprestigio al texto catalán.

A estos dos problemas que el Gobierno no sabe o no puede sacar adelante, se une a que el plazo marcado para la reforma militar se va terminando y en breve un gran número de militares tienen que pasar a la reserva y no hay plazas para todos.

De nuevo Toledo, concretamente en la Puebla de Don Fadrique, es escenario de una nueva batalla campal. El 8 de Julio de 1932 un motín comunista se salda con el incendio de cosechas, cortes de comunicaciones telefónicas, telegráficas y ferroviarias y combates entre los manifestantes y la Guardia Civil.

Vecinos de La Puebla de Don Fadrique en los dias posteriores a los altercados de Julio de 1932


El resultado es de cuatro muertos, un guardia, dos manifestantes y un patrono, y numerosos heridos en ambos bandos. El panorama para la República no es nada halagüeño y el futuro se divisa con pesimismo.

A final de mes, a trancas y barrancas se consigue sacar adelante la Ley de Orden Público que sustituye a la controvertida Ley para la Defensa de la República.
La antigua ley había creado controversia entre los militares por el texto de uno de sus puntos en los que figuraba la condena militar por difamar y hablar mal de la Republica, pagando su pena con la retirada de la pensión.


El verano de 1932 lejos de apaciguar calmar pasiones, exacerbó los ánimos llevándolos a un punto máximo de crispación.