Las tensiones entre el Gobierno y la Iglesia

Historiados europeos indican que al advenimiento de la República en España hay 5.000 masones y aunque eran muchos menos que los que viven en Francia, se considera que en 1931dió comienzo la revolución más masónica de la historia.

Con o sin razón, lo cierto es que la cuestión religiosa planea sobre el régimen desde el mismo momento en el que el republicanismo hace bandera de su postura en contra de la Iglesia. Las tensiones entre el Gobierno y la Iglesia, van aumentando de modo que hay quien en el futuro plantea incluso la necesidad de iniciar una cruzada religiosa.

El mismo Gil Pecharomán, opinaba que “producida la separación entre Estado y Iglesia, es preciso que éste asuma aquellas funciones administrativas y sociales que la Iglesia había arrogado tradicionalmente en razón de la propia identificación con el Estado Monárquico. Otra cosa es que esto hubiera debido hacerse con mayor tacto o con ánimos menos propicios a la revancha”.

El problema se sobredimensiona y el Consejo de Ministros decide el 19 de Enero de 1932 suspender por segunda vez la tirada de El Debate justificado por la constante campaña de mentiras e insidias que desarrolla el periódico en contra del Gobierno.
Azaña era más contundente: Es un periódico que hace mucho daño a la República por su intención, por su organización y por el catequismo que lo rodea.”

Y si bien es cierto que el periódico utilizaba con mas frecuencia un lenguaje cada vez mas belicoso y de rechazo al régimen, también lo es que lo que se suponía un Gobierno de libertades, mutila la capacidad de expresión del catolicismo.

El 23 de Enero de 1932 se aprueba la disolución de la Compañía de Jesús. El gobierno da de baja la Compañía y nacionaliza sus bienes. No se expulsa a sus religiosos a los que se permite que sigan ejerciendo su ministerio.

Una semana más tarde, se aprueba el decreto de secularización de los cementerios, que pasan a ser propiedad municipal. A partir de ese instante no habrá diferencia entre los entierros civiles y religiosos.

El Conde de Romanones enfurecido proclama en las Cortes: “He tenido el humor de dirigirme al Ayuntamiento de Madrid en solicitud de unas cifras. Desde el primero de Julio hasta Diciembre de 1931, es decir, cuando el régimen en pleno triunfo podía garantizar las mayores libertades de conciencia, han recibido cristiana sepultura en los cementerios de Madrid 7.859 cadáveres. En el cementerio civil han sido sepultados 134. Con eso basta. ¿Para qué vamos a detenernos en discursos, desplantes, gestos y demás garambainas?

Como es de suponer lo importante para el Gobierno no eran los números sino los principios.


Se retiran los crucifijos de las escuelas. Lo que la Iglesia define como un acto ofensivo e ilegal. La Semana Santa está próxima y las cofradías más importantes del país, muestran su temor ante el clima de inseguridad con el que se van a celebrar las procesiones. Sevilla se apunta un tanto al obtener la mayor garantía de que no ocurrirá nada: anuncia la presencia en la capital andaluza del propio Presidente del Gobierno acompañado de muchos de sus ministros de la República. 

Aún así, los hermanos mayores de las cofradías se reúnen y deciden suspender las procesiones. Protestan airadamente contra el sectarismo imperante y la persecución oficial a todo lo religioso. No hay por tanto Semana Santa en Sevilla. Solo la procesión de la Estrella decide salir a la calle. Un grupo de incontrolados apedrea al Cristo de las Aguas y lanza petardos a la Virgen de la Estrella.

La Virgen de la Estrella desafía a la inestabilidad y decide salir a la calle

 Días más tarde, en el barrio de la Macarena, la Iglesia de San Juan arde pasto de las llamas.