Antes de las reuniones que dieron nombre al Pacto de San
Sebastián, los terremotos políticos sacudían la estabilidad. A principios de
año, en Enero de 1930, pocos días después de la dimisión de Calvo Sotelo,
Miguel Primo de Rivera consultó a sus altos cargos si seguía gozando de su
confianza. El resultado no fue del agrado del dictador y dos días después
presentaba ante el Rey su dimisión irrevocable. Dos meses después, el 16 de
Marzo, Primo de Rivera moría en Paris.
Portada de El Imparcial con la noticia de la dimisón de Miguel Primo de Rivera
Primo de Rivera había asumido la dirección de un país
ingobernable por encargo de Alfonso XIII para acometer las reformas económicas,
poner en orden la institución militar, intentar alcanzar la paz social y sobre
todo reformar el orden político. Con mas voluntad que resultados, al termino de
su mandato, no solo no había podido reformar el sistema caciquil, y terminar
con las funciones y actividades de los partidos políticos, sino que el sector
empresarial y patronal dudaba de la capacidad para salir de la crisis de poder
provocada por él mismo. Ni tan siquiera el apoyo incondicional de la
aristocracia al Rey, salvaba el desapego de los círculos de poder hacia el
dictador.
El 30 de Enero ante la marcha de Primo de Rivera, el general
Berenguer, inició el breve periodo de gobierno conocido como dictablanda. Ante
la duda de seguir con el régimen dictatorial o el modelo de Restauración cuya
nueva Constitución no había sido aun derogada, Alfonso XIII opto por una vía
intermedia entregando el poder al jefe de la casa militar del Rey, el general Dámaso
Berenguer.
El rey Alfonso XIII junto al General Dámaso Berenguer
El principal objetivo de este gobierno consistía en retornar
a la normalidad Constitucional después de una dictadura fallida, convocar unas
Cortes ordinarias y sobre todo librar a la corona de cualquier responsabilidad
en el desarrollo de la Dictadura.
Los primeros pasos de este Gobierno tampoco fueron nada fáciles.
El 13 de abril de 1930 se produjo un hecho muy significativo. Alcalá Zamora pronuncia
un discurso en Valencia en el que responsabiliza a Alfonso XIII de haber traído
y permitido la dictadura. Y en medio de ese discurso aboga por una república
dirigida por moderados y pactada por la mayoría de fuerzas políticas con el fin
de consolidarla como nueva opción política.
Alfonso XIII mueve ficha, pero no cuenta con apoyos.
Santiago Alba renuncia a liderar un proyecto político ofrecido por él mismo.
Cambo, con suficientes apoyos, estaba enfermo. Varios republicanos que habían
aceptado su inclusión en el gobierno, son despechados por los partidos de la
derecha. A todo ello se suma el desplome de la peseta a causa de una nueva y
severa crisis económica que termina con la dimisión del Ministro de Hacienda,
Manuel Argüelles.
Ante este caos político que causa un déficit de gobernación,
se llega al Pacto de San Sebastián donde se diseña la estrategia
revolucionaria: El levantamiento militar debe ir acompañado de la revolución
social. Todo esta listo y todos los argumentos aceleran la puesta en marcha del
proyecto. El orden público se deteriora y la represión crece. Con estos
indicadores cualquier revolución podría haber salido triunfante.
Un accidente laboral es motivo suficiente para que CNT
convoque una huelga general en Madrid. La UGT se une al paro y las principales
ciudades del país secundan la huelga. El conflicto provoca varias muertes y
ante la creciente inestabilidad, el Comité revolucionario se autoproclama
Gobierno provisional de la Republica
El apoyo militar, dirigido por Queipo de Llano, que aun
siendo jefe de la casa militar de Alcalá Zamora acabaría repudiando la Republica
y apoyando el alzamiento, se gestó gracias a la huelga general impulsada por
PSOE y UGT y anunciada para el 15 de Diciembre. La mayoría de intelectuales del
país se sumaron a la revolución, y dieron el tiro de gracia al breve gobierno firmando
en el diario El Sol un artículo de
Ortega y Gasset titulado El error
Berenguer.
Portada de El Sol con el artículo de Ortega y Gasset dedicado a Berenguer
El general, había afirmado, que España retornaría a la
normalidad constitucional como si nada hubiese pasado, como si Alfonso XIII no
fuese cómplice de la dictadura o como si los españoles fuesen a aceptar cada
decisión política como si fuesen óvidos. Sin embargo el pueblo español ha
cambiado. No hay otra salida que la República